Era él como una pantera enorme,
tranquila, ¡oh!, tranquila.
De sus dedos largos no emanó otra cosa que calma.
Sus formas extensas, de huesos
finísimos, pero fuertes,
exactos, recios, eran como la roca.
Su cuerpo grande, enorme, sereno,
paseaba como una sombra espesa por pasillos y habitaciones,
y oíase todo él
como la respiración de un monstruo manso,
que recorría una condena enorme y
sosegada,
como resignado a los siglos de un encierro duradero.
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